Mi viejo era una persona generosa que tocó el corazón de todos los que lo conocieron. Se definía a sí mismo como un curioso, y era esa curiosidad el motor que lo llevó por caminos tan diversos. También se describía como un hermano mayor irremediable, siempre paternando a todo el mundo, acudiendo a donde lo llamaban y a donde no, dando amor a manos llenas. Se decía, además, un "principista", actitud que no recomendaba ya que "te complica mucho la vida tener principios"; y sí que se la habrá jugado reiteradamente por eso. A su vez, aunque no lo dijera se sabía erudito, con una vocación docente incansable, pronto a compartir saberes y siempre con un libro a mano sobre cualquier (posta cualquier) tema.
Pero creo que la cualidad que más lo caracterizaba era su capacidad para sobrellevar la vida con alegría, porque si hubo algo que lo hizo único eran el buen humor y la ternura, que conservó hasta el último de sus días .
Cada vez que voy a su casa extraño que me recite el versito de saludarme y me duele que en esta primavera no haya estado para señalar el florecimiento de los azahares, su evento tan esperado; recuerdo cómo me enseñó a medir el tiempo en canciones, a bailar bajo las tormentas, a explorar todos los mundos posibles con la literatura y a acompañar la vida siempre con música. Me quedo cortísima con estas palabras, pero hoy, recordándolo como cada día, tarde pero seguro, me doy cuenta de que en realidad mi viejo era un maestro de enseñar a vivir.
Felices 90 Pá, ojalá hayas descubierto todos los misterios que buscabas.