Tengo una tristeza que me acompaña en todo momento, cual piedrita en el zapato, que no imposibilita pero molesta.
Otras veces la tristeza fue un viento feroz que me arrancaba de la rutina sin dejarme seguir con la normalidad de la vida durante varios días. Y después se iba y el mundo parecía el mismo. Pero esta vez, después del primer espasmo de tristeza arrebatadora, se instaló en mí esto que no sé ni cómo nombrarlo, este desaliento generalizado hacia la vida. El mundo ha cambiado, nada alegra, nada consuela. El trabajo no es promesa. El estudio no entusiasma. Nada vale la pena realmente.
Porque los lugares amados me traen tu recuerdo. Porque desearía que olieras conmigo los azahares que perfuman las calles. Porque toda la música me canta tu nombre. Porque no existe felicidad posible en este mundo vacío de vos, de tus ojos, de tus manos.
1 comentario:
Tengo esa tristeza que me acompaña también y no se bien donde llevarla o meterla la veces que se hace visible, y el mundo me parece la misma proquería que te parece a vos, hasta que me acuerdo que este mundo no es real.
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