lunes, 12 de septiembre de 2016

- V -


Ese mismo día, pasaste a buscarme, un poco después de la hora acordada, perfumado y bien vestido, cómo no notarlo. Te pusiste una camisa violeta y resplandecías.
Yo me puse mi vestido azul de la buena suerte. Un vestido para enamorar. Habiéndome costado el doble de su valor*, ya había demostrado ampliamente merecer ese precio.
Así, vestidos y perfumados, nos fuimos a pasear por el parque, una hermosa nochecita primaveral. Saqué de mi billetera esa tuca que venía guardando pase lo que pase para fumarla con vos. Te pusiste contento.
Elegimos un bar, donde conversamos y nos reímos cerca de los árboles. Very, very romantic todo. Crucé las piernas y, reclinada sobre el apoyabrazos, te escuché hablar. Me gustaba tu voz y me gustaban las palabras que elegías. Quería escucharte hablar horas y horas. Fui tan felíz en este momento, vos estabas tan lindo. Sentía que me derretía ¿se me habrá notado?.
Finalmente, entre dormir conmigo o prestarme plata para irme en taxi a mi lejano hogar, preferiste prestarme ("regalarte, más bien" dijiste) la plata necesaria. Reafirmación de todo lo que ya sabemos. Insististe en darme esos aros verdes que compraste porque te hicieron pensar en mí**. Los acepté, explicándote que probablemente no los use nunca. De nuevo yo tan venenosa. Mis verdades más crueles. Igual de cruel que decirte que ojalá sufras. 
Disculpame, es que me gustabas tanto.


* Caminando a comprarlo perdí la plata en el recorrido. Tuve que volver, buscar más plata e ir nuevamente. Como se entiende, es un vestido que me costó el doble de caminata y de dinero.
** La noche que vos los comprabas, yo soñaba que me vestía ridículamente toda de verde para salir con unas amigas.

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