Tuviste la
amabilidad de proponerme que nos encontremos la noche siguiente, en un
bar. Primer dato a tener en cuenta.
Fui, aún
esperanzada, porque tengo la idea de que todo se puede resolver a fuerza de
racionalizaciones y charlas. Pero, evidentemente, no. Conversamos sobre nosotros
de a ratos, un poco como quien no quiere la cosa
Para qué contar
redundancias. Estaba todo definido desde antes, reafirmaste y ampliaste lo que
ya me habías dicho. Pero de a ratos creí ver dulzura en tu mirada.
De nuevo yo
enojada, tan llena de finales melodramáticos, te digo: algún día te vas a arrepentir y vas a sufrir en silencio, como corresponde.
Me besaste sin decir nada y te fuiste.
Que maldición
envenenada te clavé en el corazón, a vos con esos ojos de ciervito
que tanto me gustaban.
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